11 nov 2013

La Cronica desde India por Leontxo García

Veo que el noruego tiene el cuajo de plantear la Caro-Kann, una de las defensas más estudiadas por Anand y su analista de mayor nivel, Peter Leko, durante la muy larga carrera de ambos. El indio podrá lanzarse contra el rey, y todo indica que vamos a disfrutar mucho.


Pero lo que ocurre muy pronto es una especie de coito mental interrumpido por el miedo del campeón del mundo a los análisis del aspirante con una supercomputadora (de varios procesadores en paralelo) radicada en Noruega, a la que él accede con su ordenador portátil desde Chennai. Cuando llega el momento de la verdad (18 Dg4 en lugar de Dxd5), Anand elige el camino de la prudencia extrema, aunque ello suponga encajar un golpe psicológico similar al que él dio el sábado al empatar el asalto inaugural muy fácilmente con negras, en 16 movimientos; esta vez han sido 25.

En la obligatoria conferencia de prensa, Anand muestra una actitud que le honra y pide disculpas a los aficionados por la falta de combatividad: “Aunque estoy más o menos preparado contra toda clase de defensas, yo había analizado esa línea hace años, y es obvio que Carlsen la tenía mucho más fresca; así que he optado por la decisión más prudente. Lo siento, y confío en que las diez partidas restantes sean mejores”.

En cuanto a Carlsen, da variantes falsas cuando habla de 18 Dg4; al menos una con toda seguridad, y quizá dos. No puedo saber si lo ha hecho a propósito, con intención de engañar, o por error u olvido de sus análisis. Cuando sin duda se nota que su semblante serio esconde un cachondo mental es en su explicación de lo que hará el día de descanso: “Descansaré de estas dos partidas tan duras”.

El mejor comentario del día me lo da mi amigo ruso, y compañero de mil batallas periodísticas, Mark Glujovski, curtido en muchos torneos importantes: “En el Mundial del año pasado cada empate sin lucha elevaba la moral de Guélfand y ponía más nervioso a Anand, que era el claro favorito y perdió la séptima partida tras seis tablas, aunque luego fue capaz de igualar y de imponerse en el desempate. Ahora el claro favorito es Carlsen, de modo que cada empate rápido aumenta su nerviosismo y va en favor de Anand”.

Muy bien visto. Eso explica por qué el campeón ha sido quien podía haber evitado la repetición de movimientos en ambas partidas y no quiso hacerlo. Actúa como un boxeador agazapado, con la cara bien cubierta y sin atacar, pero dispuesto a meter un directo al hígado con precisión total en cuanto su rival arriesgue y abra la guardia. Y todo indica que el escandinavo tendrá que hacerlo más temprano que tarde, porque llegar a las últimas partidas con el marcador igualado ante un rival de enorme experiencia, y rápido como el rayo en un eventual desempate, sería un suplicio que querrá evitar a toda costa.

Bien, todo eso es muy interesante, o así me lo parece a mí, pero nos queda el interminable debate sobre las tablas tras poca lucha. Vaya por delante que ni la Regla Sofía (prohibido hacer tablas sin permiso del árbitro; pero éste no puede hacer nada cuando se repiten movimientos y uno o ambos jugadores quedarían peor si dejasen de repetirlos) ni la Regla Bilbao (tres puntos para el vencedor, cero para el derrotado, uno en caso de empate; pero sólo tiene sentido en un torneo, no en un duelo) servirían de nada en el caso que nos ocupa. Nos queda implantar el sistema Fischer o 960 (sortear la posición de las piezas en la primera fila inmediatamente antes de cada partida); algunas astros, como Carlsen y Aronián, están a favor, porque quieren ser creativos desde la primera jugada; otros, como Anand y Mamediárov, en contra, porque dicen que ya han empleado muchos miles de horas en el estudio de aperturas para tener que tirarlas ahora a la basura. O bien que se jueguen partidas rápidas antes del duelo o después de cada empate rápido, con el fin de que el ganador tenga ventaja en caso de empate final (6-6) tras la doce partidas clásicas. A Glujovski le gusta mucho esta idea porque, al disputarse las partidas de desempate durante el desarrollo del duelo, uno de los jugadores (el perdedor de las rápidas) se sentirá obligado a arriesgar, sabedor de que el empate final en las lentas le perjudica. Y además se ofrece espectáculo al público, para compensar los empates rápidos.

En fin, como sólo se han disputado dos asaltos de los doce previstos, tampoco parece apropiado profundizar mucho más en este asunto por ahora.

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